16 de febrero de 2010

Notas exegéticas


Notas exegéticas


MIÉRCOLES DE CENIZA
17 de febrero, 2010


1 lectura: Joel 2, 12-18


No resulta fácil establecer con exactitud la época histórica en que vivió y desarrolló su ministerio el profeta Joel. Se proponen dos fechas probables: una, antes del exilio, en los últimos decenios del reino de Judá (finales del s. VII); la otra, después de la vuelta del destierro, hacia el año 515 a. C. En el libro hay indicios a favor de las dos hipótesis.

Joel exhorta al pueblo a la conversión. La acción decisiva es volver al Señor con todo el corazón, el resto indica la modalidad: "con ayunos, con lágrimas y llanto"; se sub- raya que la auténtica conversión echa raíces en el cambio del corazón, no en los gestos exteriores de penitencia; la exhortación se apoya en los atributos del Dios de la alianza, que es "compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en clemencia". En el v. 14 resuena el "quizá" humilde del profeta (en hebreo: mi yodea', "quién sabe"), que deja todo en las manos de Dios, pues es consciente que la conversión no es un proceso mecánico a través del cual el hombre puede disponer de Dios. La duda profética desaparece en la invitación "a tocar la trompeta proclamando un tiempo de penitencia general para todo el pueblo. La oración final probablemente refleja el temor que la comunidad judía postexílica tenía de perder la limitada autonomía religiosa y civil de que gozaba en el imperio persa.


2a lectura: 2 Corintios 5, 20-6, 2


Pablo exhorta como enviado de Cristo a la reconciliación con Dios. Supone que la humanidad se encuentra en un estado de enemistad y de ruptura y, al mismo tiempo, proclama la iniciativa amorosa y gratuita de Dios que nos reconcilia consigo en Cristo. Dios ha hecho a Cristo solidario con la humanidad pecadora, para que por medio de él alcancemos la justificación. Al hombre corresponde acoger la gracia del perdón. Responder negativamente es hacer ineficaz la gracia que se ofrece a través del anuncio evangélico. Cuando Dios ofrece la reconciliación, acontece el "tiempo favorable" (en griego: el kairás], que no hay que dejar pasar, para no "echar su gracia en saco roto". 58


3a lectura: Mateo 6,1-6.16-18


En la tradición bíblica, la "justicia" (griego: dikaiosyne) es un concepto amplio que desborda el ámbito de las relaciones sociales y llega a ser equivalente a religiosidad o vida de piedad. Se consideraba justo a quien vivía una relación "justa" con Dios' en la totalidad de su existencia. La expresión "practicar la justicia", típica del evangelio de Mateo, designa la dimensión práctica de la religión, que es ejemplificada a través de tres obras de piedad del judaísmo de la época: la limosna (vv. 2-4), la oración (vv. 5-6) y el ayuno (vv. 16-18).


"Dar limosna" se había convertido, en algunos círculos fariseos, en una oportunidad para hacerse notar de los demás y ser tenidos por buenos. Servirse de la limosna para alcanzar prestigio personal, es anular su valor religioso y negar "la justicia" entendida como justa relación con Dios. Jesús propone, en cambio, una práctica religiosa centrada exclusivamente en el Padre, "que ve lo secreto". La verdadera recompensa es la relación filial que se establece con el Padre a través de la práctica de la caridad.


La "oración", como momento privilegiado del encuentro con Dios, también era practicada en algunos ambientes judíos con el afán de ser admirados por los demás. Jesús opone al exhibicionismo de la oración hecha en "las esquinas de las plazas", una oración practicada en "tu cuarto" (en griego: taméion, un espacio interior de la propia casa) y con la puerta cerrada. Allí el discípulo "ora ante tu Padre". Lo decisivo en la oración es la relación de fe y amor con el Padre del cielo.


El "ayuno" público era previsto por la legislación judía en algunas fiestas religiosas importantes (cfr. Lev 16,26-29; Zac 7, 5); el ayuno privado era practicado por algunos grupos como medio para alcanzar el perdón de los peca- dos y usualmente en relación con la oración. Jesús no condena el ayuno en sí mismo, sino el hecho de practicarlo para ser vistos por los demás y obtener prestigio, deformando radicalmente su valor religioso. Como en los casos anteriores, también aquí lo esencial para Jesús es vivir una relación interior y genuina con el Padre que "ve lo secreto".



+MONS. SILVIO JOSÉ BÁEZ

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