28 de mayo de 2010

Homilia del Padre Jesús


Domingo - Solemnidad de la
SANTÍSIMA TRINIDAD

Hemos retomado el tiempo ordinario, ya hasta el final del año litúrgico, sin embargo, la liturgia dominical pospentecostal nos invita a celebrar varias solemnidades que, en cierto modo, explicitan y prolongan algunos aspectos del Misterio de Dios celebrado en los tiempos litúrgicos anteriores. Concretamente, son las solemnidades de la Santísima Trinidad, el Corpus Christi (Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo) y el Sagrado Corazón de Jesús; la primera la celebramos hoy, la segunda el próximo domingo y la del Sagrado Corazón el viernes posterior al Corpus, este año el 11 de junio.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

Estamos tan acostumbrados a pronunciar y oír estas palabras que no reparamos en su contenido y significado. La Santísima Trinidad es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dios no es solitario, Dios es comunión de amor personal. La Iglesia, desde el siglo IV, no ha encontrado otra palabra mejor que “persona” para designar en su distinción al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: tres personas en un solo Dios. Cualquier palabra que usemos es inadecuada, porque Dios es infinitamente más que lo que nuestras palabras expresan, pero de algún modo hemos de hablar.

Un Misterio para contemplar. Dios es amor. Desde toda la eternidad, el Padre ama al Hijo y, al amarlo, lo engendra; desde toda la eternidad, el Hijo ama al Padre; desde toda la eternidad, el Espíritu Santo es el amor mutuo del Padre y el Hijo. Esto que acabo de decir son también modos humanos de hablar para intentar penetrar un poco en ese Misterio de Dios. Pero, como decía antes, es un misterio –y misterio quiere decir realidad profunda y designio salvador- más para contemplar y adorar que para entender. Dios, en su unidad y trinidad, es la Verdad y la Realidad.

También es una Realidad para vivir. Porque Dios ha querido revelarnos este misterio, su secreto más íntimo, para que podamos vivir de él y en él. Desde el día de nuestro bautismo, fuimos insertados en la comunión del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Hemos participado del amor de Dios, de su vida eterna, de su verdad. Podemos -¡y esto es algo realmente maravilloso!- vivir una relación personal, amorosa, con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo.

Dios es mi Padre-Madre

Como hijo de Dios que eres puedes vivir una relación con el Padre. El Padre es origen de toda paternidad y maternidad humana, por eso podemos decir que es padre y madre. El te está dando continuamente vida eterna, en la medida que tú aceptas sus “gracias”, El te está construyendo como hijo hasta que llegues a alcanzar la madurez en Cristo. Como hija, tú necesitas comunicarte con El, obedecerle (la obediencia es el cordón umbilical que nos hace recibir la vida de Dios), porque la obediencia al Padre no te hace más infantil sino más madura. Admírale, complácete en él, gózate de tener un Padre todopoderoso, todoamor, alábale.

El Hijo es mi Hermano, mi amigo, mi Maestro, mi Señor

El Hijo, que una vez encarnado es Jesús, es tu hermano mayor, tu amigo, tu maestro; por ser Dios es también tu Señor. Vive esa fraternidad y amistad conscientemente. El es el camino, la verdad, la vida: recorre de su mano el camino de la vida, busca con él la verdad en todo, el sentido de todo, dale un sí incondicional y vivirás en plenitud. Sólo la relación personal, consciente, amorosa, adulta, con Él sacia tu corazón. Confía en Él, acude a Él, sincérate con Él, sé agradecido.

El Espíritu Santo mora en mí como en un templo

El Espíritu del Padre y el Hijo, el amor de Dios en Persona, mora en ti, si conservas la gracia bautismal. El Espíritu Santo es, generalmente, la última de las personas divinas en ser “descubierta”. Su descubrimiento genera una “revolución” espiritual, un avance impresionante. Vive tu relación personal con Él. ¿Cómo? Sé consciente de su presencia en ti, invócale, alábale y, sobre todo, déjate guiar por sus inspiraciones (luces) y mociones (impulsos).
Por Cristo, con Él y en Él, a Ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria
Padre Jesús Hermosilla

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