20 de septiembre de 2010

Homilia del P. Jesús Hermosilla


19-09-10
DOMINGO XXV
Tiempo Ordinario
Ciclo C

El dinero, tan lleno de injusticias…

Lo dice Jesús, por dos veces, en el evangelio de hoy. Ya en su tiempo. Y mucho antes todavía: Amós habla de “comprar al pobre por un par de sandalias”… hoy es por un tanque de agua, una lavadora o una tarjeta (será de racionamiento…). También habla el profeta de explotación y de fraude: “disminuyen medidas, aumentan los precios, alteran las balanzas” ¡Nada que ver con la realidad actual! Pero Jesús no se centra en las injusticias que provoca el ansia de dinero y el modo de adquirirlo, Jesús nos dice que con el dinero nos ganemos amigos que, cuando muramos, nos reciban en el cielo. Un modo de ganarse amigos que nos reciban en el cielo es practicando aquello que dice en Mt 25: “tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estaba enfermo…” ¡Ojo! Jesús no dice que cometamos injusticias y después hagamos caridad, no. Jesús parte de que, incluso el dinero legal y aparentemente bien adquirido, es fruto de lo que hoy llamamos injusticia estructural (un médico gana en su consulta diaria, por ejemplo, mil bs diarios, todo de forma legal y un obrero sesenta, ¿no hay ahí nada de injusticia?)

Si ustedes no son fieles administradores del dinero…

Hay que administrar bien el dinero y demás bienes recibidos. Pregúntate: ¿cómo administro yo los bienes recibidos de Dios? Hablemos primero de los bienes materiales. Hay que establecer una jerarquía, primero lo estrictamente necesario: alimentación, vestido, vivienda, la educación, salud. Hay hogares donde los bebés no son bien alimentados, pero la antena parabólica se ve clavada en el techo. Adolescentes que prefieren meterle al celular en abundancia pero no compran un libro. Padres de familia que gastan tomando lo que se necesita para el mercado semanal. Madres que prefieren dar gusto a los caprichos de la moda para el niño o la niña antes que inscribirlos en un curso de inglés o computación. Esto entre los pobres. Los ricos ya sabemos que prefieren ir a comprar pantaletas (así me decía alguien hace poco) a Miami o ir de vacaciones a Europa, antes que dar un salario justo (no digo legal sino justo) a la señora que limpia el baño de su casa. Igualmente los demás bienes. ¿En qué empleamos el tiempo, por ejemplo? ¿cómo ejercemos la profesión? ¿sólo para ganar dinero? Las cualidades que tenemos ¿para qué las usamos? ¿sólo en provecho propio? ¿Cómo administramos las palabras? Administrar bien significa que todo lo que haga sea para “amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a mí mismo”. Volvemos a lo que nos decía el Señor hace dos semanas: ponerle a Él en primer lugar; hoy nos lo dice con estas palabras: “no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”.

Los hijos de este mundo son más hábiles en sus negocios que los hijos de la luz
Jesús narra la parábola de un administrador que malgastaba los bienes de un hombre rico. Era un administrador muy hábil, hasta el punto de aprovechar su cargo para ganarse amigos para cuando se viera botado del trabajo. Jesús no justifica la manera de proceder de este hombre, simplemente quiere decirnos que “los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz”. Cada día se entera uno de nuevos modos de robar (clonación de tarjetas, desvío de dinero por internet…) que requieren inteligencia y habilidad. La habilidad y viveza de los mundanos debería motivarnos a ser hábiles y vivos para el bien. Primero, hábiles para no colaborar a las injusticias de este mundo, tan difícil a veces. Segundo, hábiles para administrar bien los recursos materiales, humanos y espirituales que hemos recibido. Tercero, hábiles y vivos para buscar el Reino de Dios: ver cómo hacemos para poder asistir a la Misa diaria, cómo sacamos tiempo para la lectura de la Palabra de Dios, para visitar un enfermo, para colaborar en un centro de niños impedidos… Hábiles para llevar a otros a Dios, para reconciliar a unos vecinos, para sacar a un joven de la droga o del alcohol… Para todo eso necesitamos habilidad y viveza.

Si no son fieles administradores del dinero ¿Quién les confiará los bienes verdaderos?
Si no mostramos habilidad para el bien ¿cómo nos va a confiar Dios los bienes de su Reino? Si no administramos bien el dinero y las cualidades y recursos humanos de que disponemos ¿cómo nos va a dar Dios carismas y dones espirituales para ejercerlos en servicio de su Iglesia? ¿Cómo nos va a confiar Dios ministerios parroquiales? Desgraciadamente, podemos dudar si muchos de las personas a quienes se encomiendan los servicios que se realizan en las parroquias son las más adecuadas y están bien elegidas; podemos pensar, con razón, que no es Dios quien les ha confiado esos ministerios, sino un sacerdote poco prudente o, todavía peor, la propia iniciativa. ¿Por qué digo esto? Si una persona, por ejemplo, no es capaz de educar bien, cristianamente, a sus propios hijos ¿va a ser buen catequista? Si un joven no es capaz de darle un poco de su tiempo a Dios, orando y leyendo su Palabra, ¿será idóneo para guiar un grupo juvenil parroquial? Pues estas cosas pasan. Si no administramos bien las cosas de poco valor ¿cómo nos va a confiar Dios lo que vale de veras? Al revés, si somos buenos administradores de lo que tiene poco valor (el dinero), Dios nos confiará dones espirituales personales (oración, contemplación, discernimiento, unión con Él) y carismas abundantes.

Padre Jesús Hermosilla

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