15 de noviembre de 2009

Domingo XXXIII...

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario
«Nadie conoce el día ni la hora»
Dn 12,1-3 / Sal 15,5; 8,9-10.11 / Mc 13,24-32

Último domingo del Año Litúrgico de la Iglesia católica. El próximo domingo, en la Iglesia celebraremos el triunfo glorioso de Cristo, Rey del universo. Este es, pues, el último domingo de este año litúrgico… En este domingo se trata de profundizar e interiorizar la idea esperanzadora de que nuestro final, a pesar de todos los pesares, va a ser una apoteosis, que va a glorificar a Dios…
En forma o estilo apocalíptico, y de revelación sobrecogedora, “porque serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora”, el profeta Daniel nos abre la puerta a la esperanza de un más allá. Que la muerte no es el final desastroso, no es el fracaso total…

Hoy, al acabarse el año litúrgico, como se acabará nuestra vida terrenal, nos sentimos invadidos por la esperanza alegre de la venida triunfal del Hijo del Hombre: “Cristo Jesús, sobre las nubes, con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos del extremo de la tierra al extremo del cielo”.

¿Quiénes son los elegidos? Los que están inscritos en el libro, nos ha dicho el profeta Daniel. Y ¿quiénes están inscritos en el libro? Los que dan su vida, su tiempo, como la viuda del domingo pasado, que se quedó sin nada. Solo le quedó la esperanza de que Dios llenaría su corazón y quedaría así inscrita en el libro de los elegidos para la vida eterna, porque en su corazón llevaba toda su esperanza: Dios mismo.

¿Quiénes están inscritos en el libro de la resurrección? Los que gritan a Cristo con confianza y amor para ver el verdadero sentido de la vida… ¿Quiénes están inscritos en el libro de la nueva vida? Los que sirven a todos y ocupan siempre el último lugar. ¿Quiénes están inscritos en el libro del juicio final? Los que son fieles a la vida y al trabajo de cada día de manera responsable.
¿ESTOY INSCRITO EN ESTE LIBRO?

Hay, pues resurrección, hay vida eterna, hay esperanza, porque hasta los que dudan haya algo y no acaban de creer, no conciben y no aceptan en cambio, que los mismos muertos queden para siempre tristes, para siempre solos, para siempre muertos… No puede ser, tiene que haber vida eterna, tiene que haber resurrección.

Necesitamos dar gracias a Dios por la puerta que se nos ha abierto a la esperanza con la resurrección. Su Vida, su Ser -que es alimento eucarístico-, fortalecerá nuestro corazón para servir, para gritar y ser fieles a nuestros compromisos sacramentales a partir de nuestro bautismo y lograr así estar inscritos en el libro de la vida, en el libro de los elegidos.
Seminarista: Angel Atacho - 1 año de Teologìa

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