15 de noviembre de 2009

JESUCRISTO REY...

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO
Domingo XXXIV Tiempo Ordinario B
Celebramos este domingo la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, culminando así el año litúrgico, ciclo B. Festejamos con fe viva y esperanza cierta la fiesta del REINADO de Jesús, la fiesta del amor, del servicio, de aquél, que reina desde la cruz, del Buen pastor. Jesús anunció y trajo el reino de Dios a este mundo. Lo predicó con parábolas: el Reino es como una semilla que se siembra y va creciendo hasta hacerse un gran árbol… el Reino –nos dijo- no viene de una manera espectacular sino que empieza en el corazón de cada uno que le acoge a él. Jesús establece su reino, el reinado de Dios, en medio de nosotros, sobre todo con su pasión-muerte-resurrección y ascensión. En la cruz se muestra como un rey muy diferente de los reyes de este mundo, un rey coronado de espinas, clavado en una cruz y que muerte por los suyos. Esto nos indica que el Reino de Dios es algo muy distinto de los reinos de este mundo. Cuando Pilato le pregunta a Jesús si Él es rey, Jesús le responde: “Tú lo dices, soy rey… Pero mi reino no es de este mundo. Yo he venido para dar testimonio de la verdad”. El reino de Dios está ya en este mundo, Jesús reina en este mundo, pero no a la manera de los gobiernos de este mundo.

Las bases o pilares que sostienen el Reino de Dios son la verdad, la justicia, la santidad, el amor, la gracia, la vida, la paz. Con frecuencia, los reinos de este mundo quieren establecer la justicia pero sin amor, imponer una ideología en vez de defender la verdad, establecer la paz negando o cercenando la libertad, y no les interesa mucho la santidad y la vida honesta sino la utilidad. Y esperándolo todo de sus propios recursos y acción; aquí Dios y la gracia no tienen nada que hacer. Incluso, sutilmente, el fin supremo de sus actividades es perpetuarse en el poder. Por eso, el Reino de Dios no puede identificarse con ningún reino de este mundo. A veces los gobernantes presentan su gestión como si estuvieran realizando el ideal evangélico, estableciendo el paraíso en la tierra. ¡Mucho cuidado con esos mesianismos! Un reino puramente humano, sin Dios y sin Cristo, termina en una gran tiranía.

El profeta Daniel había visto a un hijo de hombre que venía entre las nubes del cielo y recibió la soberanía, la gloria y el reino; su poder nunca se acabará y su reino jamás será destruido. Llegará un día en que esta visión se haga realidad. El señorío de Cristo se manifestará visiblemente cuando Él llegue lleno de gloria, poder y majestad sobre las nubes del cielo. El es ya el soberano de los reyes de la tierra. El vendrá en las nubes y todos lo verán, aun aquellos que lo atravesaron.

¿Y entonces qué harás tú? ¿En qué lado estarás? Quienes quieren reinar en este mundo con los poderosos de la tierra no podrán reinar con Cristo. Porque necesariamente quien quiera alcanzar el reino de este mundo lo ha de hacer con medios “mundanos”: la mentira, la injusticia, la corrupción, la venganza… Pero ahí, de esa manera, más que reyes se termina por ser dominados, súbditos y esclavos del “príncipe de este mundo”. Jesús se presenta ante Pilato como Rey, pero como un rey que provoca la burla de los soldados y el cinismo del gobernador (“¿con qué tú eres rey?”); Jesús es rey porque es soberanamente libre, Jesús es rey porque es portador de la verdad y sólo la verdad nos hace libres.

Si quieres reinar con Jesús, aceptando su verdad, vas a reinar ya en este mundo y, después, en su reino definitivo. Aquí serás rey participando de su corona de espinas y del trono de su cruz; reinarás sobre el pecado; nada ni nadie podrá doblegar tu libertad interior. Es un modo de reinar humillante. Poco atractivo y gratificante humanamente hablando, pero es el único camino para reinar definitivamente con El por toda la eternidad.

Pbro. Jesús Hermosilla – Guía Espiritual del Seminario Divina Pastora en el área de Teología.

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