10 de octubre de 2009

El sacerdote: vocación para...


LA VOCACIÓN SACERDOTAL ES UNA VOCACIÓN PARA TODAS LAS VOCACIONES ESPECÍFICAS
El sacerdote: vocación para todas las vocaciones

Partiendo del mandato universal de Jesucristo, “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, podemos decir, que ésta es la razón fundamental del por qué la vocación sacerdotal debe llevar el mandato del Señor.

Cristo, Cabeza de la Iglesia, y nosotros que somos su Cuerpo, formamos “una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar sus hazañas” (1 Pe 2, 9). Jesucristo, Sumo Sacerdote, en su solicitud por la Iglesia, llamó y sigue llamando como a los doce Apóstoles por su nombre, durante todas las generaciones, a personas que cuiden de su pueblo; en particular, llama al ministerio sacerdotal a hombres que ejerzan una función paterna, cuya raíz está en la paternidad misma de Dios (cf. Ef 3, 14).

La misión del sacerdote en la Iglesia es insustituible. Por tanto, aunque en algunas regiones haya escasez de clero, nunca ha de ponerse en duda que Cristo sigue suscitando hombres a que, como los Apóstoles, dejando cualquier otra ocupación, se dediquen totalmente a celebrar los santos misterios, a la predicación del Evangelio y al ministerio pastoral.

En la Exhortación apostólica Pastores dabo vobis, del Papa Juan Pablo II, se nos dice: «La relación del sacerdocio con Jesucristo, y en Él con su Iglesia -en virtud de la unción sacramental-, se sitúa en el ser y en el obrar del sacerdote, o sea, en su misión o ministerio. En particular, “el sacerdote ministro es servidor de Cristo presente en la Iglesia misterio, comunión y misión. Por el hecho de participar en la ‘unción’ y en la ‘misión’ de Cristo, puede prolongar en la Iglesia su oración, su palabra, su sacrificio, su acción salvífica. Y así es servidor de la Iglesia misterio porque realiza los signos eclesiales y sacramentales de la presencia de Cristo resucitado”» (n. 16). Con estas razones podemos justificar que la vocación sacerdotal es una vocación para todas las vocaciones específicas, tales como la vocación a la vida consagrada y la vocación laical.

El sacerdote es el que va acompañando al pueblo de Dios en sus diferentes etapas de su vida. Desde el sacramento del bautismo está en la formación del cristiano, le sigue cuando recibe el sacramento de la eucaristía y confirmación, lo acompaña cuando elije la vida consagrada o el estado matrimonial, lo bendice y prepara a la hora de su muerte. Por ello podríamos decir que el sacerdote es una vocación para todas las vocaciones, porque Cristo es el que llama a todas las vocaciones y nosotros, en nombre de Cristo, debemos ser portadores de esa llamada a prologar el misterio de fe en su Iglesia.

El sacerdote colabora con su Obispo en el sembrar, acompañar, educar, formar y discernir; es una tarea constante en el trabajo por promover todas las vocaciones, de especial manera con su testimonio y misión.
Cuando un promotor vocacional solo busca jóvenes para que sean sacerdotes o consagrados, y rehúye de los jóvenes que tienen otra inquietud vocacional están obstaculizando el trabajo del Espíritu Santo, que él llama a otra misión dentro de la misma Iglesia. En este tiempo que se vive en un relativismo fundamentalista, es necesario apoyarnos de la gracia de Dios para esta tarea importante dentro de la Iglesia. “Edificar una comunidad como expresión de todos los carismas”. Es una acción propia del sacerdote, no es algo que se puede hacer o no hacer, sino algo necesario, puesto que somos pastores y padres de una comunidad. Hagamos oración constante por los sacerdotes para que tengamos fuerza y valor de hacer, e todos los pueblos, discípulos de Jesús.


P. José de Jesús Coss – Revista Pro-vocaciones

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