13 de enero de 2010

Maria, Divina Pastora

MARÍA, DIVINA PASTORA

La ciudad de Barquisimeto se viste de gala para recibir, un año más, la imagen de la Divina Pastora. Desde Santa Rosa recorrerá lentamente las calles y avenidas de la ciudad hasta llegar a la catedral. La procesión de la Divina Pastora es un fenómeno social que puede intentar ser explicado desde diversas perspectivas: antropológica, cultural, etnológica y, por supuesto, religiosa. Ni siquiera quienes participan, de un modo u otro, en este evento, puedan tal vez expresar con claridad los motivos de su presencia en ella. Para experimentar un poco el secreto de esta manifestación religiosa popular hay que meterse dentro, caminarla, soportar el sol y el sudor, los apretujones, la sed y el cansancio, contemplar los rostros de cientos de personas, mirar a la imagen y mirar al cielo. Un fenómeno complejo no puede tener explicaciones simples. Es un canto a la Madre de Jesús, el Buen Pastor, por supuesto; pero es también un canto a la madre, un canto a la ternura de Dios en clave de mujer. Es también una expresión del deseo de estar juntos, de las ansias de fraternidad por encima de las ideas o afinidades políticas, deportivas o gremiales. Por encima de todo, nadie puede dudarlo, es una expresión de fe religiosa. Imposible explicar este fenómeno simplemente por la imagen en sí. No es una imagen especialmente valiosa desde el punto de vista artístico. ¿Por qué esta procesión convoca mayores multitudes sin comparación que las que acuden a la Virgen de Coromoto en Guanare? Nos vemos de frente al misterio.

La procesión de la Divina Pastora es una manifestación de fe católica. La Iglesia católica proclama a María como Madre de Dios, Madre de Jesús el Buen Pastor, Madre de cada uno de los hijos de Dios. Es nuestra madre espiritual. Al igual que el sacerdocio de Cristo es participado por todos los bautizados, la paternidad-maternidad de Dios es participada también por nosotros y la participación de María es la más excelsa. Jesús el Buen Pastor ha querido llamar a quienes pastoreen juntamente con él a su pueblo; su Madre es por eso pastora y guía espiritual de su pueblo. Esa es la realidad que la Iglesia católica de Barquisimeto proclama con este evento. Sin embargo, hay que reconocer que no todos los que se acercan a santa Rosa, a algún trecho de la procesión o simplemente a contemplar la imagen cuando pasa, tienen en su mente esta realidad. Todo es más complejo. Pero tampoco vamos a reducir la fe. En el fondo de miles de corazones, inconscientemente, a pesar de situaciones de vida poco acordes con las enseñanzas de Jesús, hay una intuición del misterio, de la realidad con mayúsculas: DIOS ES AMOR, Dios es misericordia, Dios escucha, Dios bendice, Dios es todopoderoso, Dios hace milagros… Ya sé que ellos dirán “la Divina Pastora todo lo puede, la Divina Pastora me ha hecho un milagro…” y que, visto desde fuera, pudiera parecer una apropiación indebida hacia la madre de los atributos del Hijo y el Padre o incluso de la adoración, únicamente debida a Dios, dirigida hacia la mujer.

Ciertamente la procesión de la Divina Pastora, lejos de ser un evento para la autocomplacencia de los pastores de la Iglesia católica o para pensar que el pueblo sigue siendo mayoritariamente católico, es decir, una coartada para la flojera pastoral, debería significar un estímulo para tomarse en serio la evangelización los trescientos sesenta y tres días del año restantes; es un evento para la esperanza, pero para la esperanza activa que lleva a ponerse a trabajar. Ver a las miles y miles de personas que acuden el catorce de enero a santa Rosa, a la plaza Macario Yépez, a la Venezuela, a la catedral…, no debería hacernos olvidar que una gran mayoría no van apenas por sus parroquias, que no reciben habitualmente la Palabra ni los sacramentos y que viven en una gran ignorancia religiosa. Más bien debería recordarnos aquella escena evangélica, cuando Jesús, al desembarcar, vio una gran multitud y “sintió compasión de ellos porque andaban como ovejas sin pastor”. Ya sabemos qué hizo Jesús: se puso a evangelizarlos con calma. Yo no sé si el día de la procesión se puede hacer más de lo que se hace para que resulte más manifestación religiosa y menos cultural; si se puede hacer más para que sea un día de evangelización. Lo que sí sé es que tenemos todo el año para evangelizar. ¿Lo aprovecharemos?

Pbro. Jesús Hermosilla

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