20 de febrero de 2010

Proyecto de homilia


Proyecto de homilía
I Domingo de Cuaresma

La liturgia de la Palabra de este domingo se presenta como una gran introducción al período más importante del año litúrgico: la preparación al gran misterio de la Pascua y a su celebración. El hilo conductor que da unidad a la selección de textos de la Sagrada Escritura que hoy leemos parece ser la profesión de fe en Dios y en Jesucristo.

De hecho, la primera lectura ofrece un texto tomado del libro del Deuteronomio, que es considerado una antigua profesión de fe de Israel. Esta profesión de fe ambientada en el contexto litúrgico de la fiesta de (la ofrenda de los primeros frutos de la tierra), insiste en tres artículos de la fe de Israel: el llamado divino a los patriarcas; el don de la libertad, después de la amarga experiencia en Egipto; el don de la tierra que "fluye leche y miel".

Aparece aquí una característica fundamental de la fe israelita: ella es, por excelencia, histórica. Dios no es una ideología abstracta; es una presencia encarnada en la trama pesada y muchas veces frágil de las situaciones humanas. La historia es el lugar de la Palabra de Dios y de la Revelación, y la respuesta del hombre debe ser también histórica y existencial. Nuestra segunda lectura, tomada de la carta de San Pablo a los Romanos, es un ejemplo espléndido del "credo paulino", aunque se advierte ahí una matriz antigua, que se remonta a los orígenes mismos del cristianismo. Las dos líneas de esa 'profesión de fe' expresan de manera diversa el mismo mensaje pascual. La primera línea proclama que "Jesús es el Señor" (Rm 10,9).

La Pascua revela el misterio de divinidad y de gloria oculto en el "siervo" Jesús, y el creyente, contemplando a su hermano en la carne, Jesús, a través de la Pascua, descubre el misterio del salvador Cristo, que es "Señor" como el Padre.

La segunda línea de este "credo" expresa el misterio pascual con el esquema clásico de la "resurrección": «Dios lo resucitó de entre los muertos» (lb.). Con esta fórmula Pablo quiere subrayar especialmente la continuidad entre el Jesús-hombre terreno y el Cristo Dios resucitado. - Esta fe abierta a todos a judíos y a no-judíos, debe ser profesada con la boca y con el corazón (v.1 O). También el relato de las tentaciones de Jesús, con el que se inicia el leccionario evangélico de la Cuaresma, puede ser considerado como una profesión de fe. A la confianza de Cristo en la Palabra de Dios sobre la que están construidas todas las respuestas a Satanás, se une la fe la Iglesia, que reconoce en Jesús no a un Mesías terreno y político, sino un Mesías salvador y liberador.

La presentación que hace San Lucas invierte la segunda y la tercera escena de tentación, en comparación con la presentación que hace Mateo. Para Lucas el vértice de la tentación no está en una montaña sino en Jerusalén. Allí es, de hecho, donde se tendrá Ia última prueba de la mesianidad de Jesús. Allí acepta Él su destino último: la salvación a través de la pobreza extrema de la cruz. De ese modo, Jesús es para el creyente el modelo luminoso de la fe bíblica, de la adhesión plena y total a Dios y a su proyecto trazado en el cosmos y en la historia.
La Cuaresma se abre, pues, con un fuerte llamado a redescubrir la pureza de la fe, liberándola de todas las ignorancias y de todo lo que se le pega de nuestras actividades habituales y mágicas. Caminémosla en este espíritu, fortalecidos con el alimento de la Palabra y de la Eucaristía.

CARLOS SOLTERO, S.J.

No hay comentarios:

Publicar un comentario