25 de junio de 2010

Homilia Pbro. Jesús Hermosilla


DOMINGO XIII
DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO C
Libres para seguir a Jesús

Toda maduración y progreso en la vida de la persona llegada al uso de razón es fruto de decisiones libres. Al mismo tiempo, la persona madura es capaz de tomar decisiones verdaderamente libres. Con frecuencia, lo que parecen decisiones libres, fruto de una deliberación y opción personales, son más bien compulsiones espontáneas, fruto de impulsos instintivos y necesidades caprichosas, poco o nada deliberadas. Por otra parte, constantemente hemos de tomar pequeñas o grandes opciones que suponen la renuncia a otras posibilidades; no podemos abarcarlo todo; si decido ir a visitar una ciudad he de renunciar, al menos ese día, a viajar a otra; si elijo estudiar una carrera he de renunciar a otras. Esto es así, pues somos criaturas limitadas y no dioses, y es necesario para avanzar en una dirección y madurar; cuando se trata de opciones de vida irrevocables, elegir una implica renunciar a otras; esto no supone pérdida sino garantía de éxito; pretender dejar siempre abiertas otras posibilidades es un engaño. La duda persistente, la indecisión, es signo precisamente de falta de libertad interior y madurez. Tus decisiones habituales ¿de dónde proceden? ¿de una libertad caprichosa o de una libertad madura?

Jesús tomó la firme determinación de ir a Jerusalén

La larga introducción al comentario de la Palabra de Dios de este domingo podría ser también su conclusión, como vamos a ver. Jesús es un hombre, plenamente libre. Es más, el hombre más libre que ha pasado por la tierra. Su determinación de ir Jerusalén, es decir, de ir a que lo maten en la cruz, pudiera parecer una mala decisión, fruto de la imprudencia o incluso fruto de un trastorno psicológico. Pero indica realmente su firme voluntad de realizar a cabalidad su misión, su inquebrantable decisión de salvar a la humanidad, de dar su vida en rescate por todos, y así mostrar su amor pleno al Padre y a nosotros. Nadie más maduro que Él, nadie más libre que Él. Dar y darse sin reservas es signo de libertad y madurez.

En esta misma escena de la primera parte del evangelio, encontramos también dos decisiones inmaduras: la de los samaritanos, de no darle alojamiento por ir a Jerusalén, decisión que no procede de una libertad madura sino de un resentimiento racial y religioso; y la de los zebedeos, que tiene su origen en el espíritu de venganza.

Seguir a Jesús supone opciones incondicionales y definitivas…

El seguimiento del Señor, a jugar por los tres casos vocacionales que nos muestra la segunda parte del evangelio de hoy, exige decisiones firmes, opciones radicales y definitivas, totalizantes y exclusivas, que sólo pueden ser fruto de una libertad madura. No pueden ser decisiones improvisadas o fruto de un entusiasmo momentáneo; a aquel que le dijo “te seguiré a donde vayas”, Jesús le indica con realismo: “no tengo nada, seguirme es compartir mi pobreza”; al que es llamado pero prefiere esperar a la muerte de sus padres, le dice que la respuesta a su llamado no es cuando y como uno mismo quiera sino cuando y como Jesús quiere; al tercero, apegado a la familia, el Señor le invita a mirar hacia adelante sin acordarse de lo que deja atrás. Esta firmeza en la decisión la vemos ejemplificada en la respuesta de Eliseo. Dios le llama para ser profeta a través de Elías. Esa misión implica, para él, dejar su familia y su trabajo. Aunque Eliseo va a despedirse de sus padres –y en esto Jesús es más radical-, después mata sus bueyes y quema el arado y artes de labranza, significando con ello la ruptura total con el pasado y el inicio de una vida nueva.

… Fruto de una libertad liberada

La libertad madura, necesaria para tomar a lo largo de la vida las opciones necesarias en el seguimiento de Jesús, no puede ser conquista de nuestro esfuerzo. La libertad de cada ser humano nace herida y debilitada por el pecado, por eso es tan volátil y tan poco firme. San Pablo nos recuerda, en la segunda lectura, que precisamente “Cristo nos ha liberado para que seamos libres”. Nuestras opciones acertadas y maduras son posibles únicamente gracias a la liberación que Cristo va haciendo de nuestra propia libertad. ¡Qué bien nos lo explica el apóstol! Por eso, en la medida que me dejo liberar del poder del pecado, soy más libre. En la medida que me dejo llevar por el pecado soy menos libre; somos libres para pecar, es verdad, pero la libertad no es un fin sino un medio para nuestra plena realización; ni con frecuencia, cuando pecamos, actuamos con verdadera libertad ni el pecado nos hace más libres. Decir sí a Cristo, día a día, en pequeñas cosas, deliberadamente, conscientemente, nos hace más libres y nos da más capacidad para decirle sí en opciones más importantes.
Padre Jesús Hermosilla

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