13 de junio de 2010

Notas pastorales



Notas Pastorales

Al que mucho ama mucho se le perdona


Frase, esta, lapidaria de Cristo, el Divino Maestro, expresión cargada de contenido y de misterio. No es una invitación al libertinaje. Esta proposición dice referencia a Dios el amor por excelencia, por ello es la pedagogía del amor, es sumamente exigente pero plena de realización y gozo interior.

En aquella escena aparecen dos personajes, de un lado el fariseo y del otro la prostituta. Ambos están ante el Salvador.

El primero lo invita a comer, con urbanidad, pero sin espíritu de fe y amistad, sino por curiosidad, quería estudiarlo, tiene afán de dominio y control, se siente superior a aquel Jesús. Ya cree conocer demasiado de Dios y ese aspecto Divino no le interesa, lo analiza como líder, como personaje diferente, no busca a Dios en Él.

La prostituta no ha sido invitada, pero se aparece a la reunión. Ella si viene en búsqueda de su Dios y Salvador, ella se siente perdonada por Jesús de Nazareth.

Aquella mujer se siente entendida, en su equivocación, por el Dios encarnado, se siente dispuesta a cambiar de vida porque se sabe amada, en el perdón que se le ofrece., jamás humillada. Ella experimenta la gratitud más íntima, como también el dolor más agudo por su pecado, desde las fibras de su alma. Por todo esto, ella quiere que aquel Jesús, la perciba así de alguna forma. En efecto viene a traerle sus lágrimas y agradecimiento, con las mismas herramientas de su pasado pecador: besos y perfume. Eso es todo lo que posee, pero es lo más delicado y puro que le pudo ofrecer, al enjuagarle sus pies, con su hermosa y suave cabellera. El publicano lleno de prepotencia, desprecia a aquella mujer, porque la ve como un ser de segunda clase; también juzga a Cristo, como un simple ser humano, no cree en su Divinidad, ya que lo mide con su seudo-moral y su jactancia. En cambio Cristo, reconoce en aquella mujer, a una persona noble que quiere cambiar de vida, porque ha sido perdonada con amor, con amor puro, quiere agradecer y adorar a su Dios.

En fin, el publicano es corregido por Jesús en su incredulidad y soberbia, pero seguramente siguió vacio, es infeliz; por el contrario, aquella joven descubrió el sentido de la vida, encontró la paz de de su conciencia y encauzó su vida en la fe en Dios y en la verdadera felicidad existencial.
Ojalá que esta reflexión nos recuerde que una fe de convicción y amor nos hace vivir, pero que una religión legalista y mecánica nos aniquila. De ahí que debemos recordar que una vida sin amor y obras buenas es muerte; pero que una existencia repleta de bondad, amor, obras buenas y fe es vida y gozo, por eso, aquel que mucho ama de corazón a Dios, aún cuando se equivoque, si se arrepiente con sinceridad, mucho se le perdona. El odio, aniquila, pero el amor puro hace vivir.

Mons. Antonio José López Castillo
Arzobispo de Barquisimeto

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