30 de agosto de 2010

Homilia del P. Jesús Hermosilla

05-09-10
DOMINGO XXIII
DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO C
CONSTRUIR Y BATALLAR EL SEGUIMIENTO


Entrar por la puerta estrecha: poner a Jesús en primer lugar

Hace dos domingos escuchábamos al Señor que nos invitaba a entrar por la puerta angosta para alcanzar la salvación. Pues bien, ya el domingo pasado nos daba algunas pistas sobre lo que significa entrar por esa puerta: vivir en humildad y gratuidad. Hoy añade: ponerle a Él en primer lugar, cargar la cruz, renunciar a todos los bienes. ¡Qué fuerte! ¿no? Y eso que las traducciones rebajan un poco la fuerza expresiva de las palabras de Jesús, especialmente las que se refieren a la propia familia, que no habla de preferir menos o posponer sino de “odiar”; estas palabras el común de la gente sólo las entiende al final de su vida (si has conversado con ancianos o personas ya al borde de la muerte te darás cuenta), cuando se ven sin amor sensible a sus seres más queridos, en un desapego que les extraña, bien porque Dios así lo permite o porque se sienten, con más o menos verdad, abandonados; providencialmente ha de ser así, si uno quiere dar el paso hacia el más allá totalmente libre de apegos. Pero eso habría que vivirlo afectivamente ya. Jesús ha de ser el primero, por encima de la propia familia: padre, madre, esposa, hijos…, incluso por encima de uno mismo, por encima de la propia voluntad (deseos, proyectos, afectos, gustos…).

Entrar por la puerta estrecha: cargar con la propia cruz y seguirle

La cruz solemos identificarla con algo que nos cuesta soportar y aceptar. Jesús une cruz y seguimiento porque el seguir los pasos de Jesús, sus enseñanzas, su mensaje, ya es cruz, supone lucha contra el ambiente, contra uno mismo y dificultades. Pero además hay circunstancias dolorosas particulares de la vida que son la cruz personal; a veces se trata de una situación permanente: una enfermedad crónica o progresiva, una deficiencia física o psíquica, una vida matrimonial y familiar dura (separación, abandono,…), años de soledad, de desempleo, de penurias económicas, un ambiente de trabajo difícil… A veces se trata de situaciones puntuales, momentos concretos difíciles en que hay que tomar una decisión fuerte, a favor o en contra de las propias convicciones cristianas, aceptar o rechazar un hecho, una persona, una situación imprevista (la muerte de un familiar, una enfermedad mortal, un nuevo embarazo, la pérdida del empleo, una humillación, una injusticia…). En cualquier caso, cargar con la cruz significa reaccionar y decidir de acuerdo al evangelio y –en cuestiones no explicitadas en la Biblia- a las enseñanzas de la Iglesia. Cargar con la cruz significa aceptar con sentido de fe, como participación en la cruz de Cristo, como oportunidad de maduración y apertura a bendiciones espirituales.

Entrar por la puerta estrecha: renunciar a todos los bienes

Ya estamos acostumbrados a esta manera radical de hablar de Jesús. El evangelio no es un libro de aclaraciones, por eso las necesita, pero sin “aguar el vino”. Necesitamos bienes para subsistir, para movernos, para conseguir muchos objetivos… entonces ¿cómo renunciar a todos los bienes? Nadie puede renunciar completamente a todos los bienes, sería suicida. Hay cristianos que renuncian, mediante la profesión de los consejos evangélicos (votos), a la disposición libre de muchos bienes legítimos. Todos hemos de renunciar a supuestos bienes que, a la luz del evangelio, son males; todos hemos de renunciar a bienes parciales que nos impiden conseguir un bien mejor (renuncio, por ejemplo, a una oportunidad de ganar más dinero para dedicar diariamente tiempo a la oración, a obras de caridad, etc). Renunciar a todos los bienes como Jesús nos pide significa, entre otras cosas, no apegarse absolutamente a nada, es decir, no poseer ni usar nada con amor egoísta, desordenado; significa también no apoyarse en los bienes de este mundo, pues todos son relativos, ninguno es absolutamente esencial o necesario para el seguimiento. Aquí habría que recordar la sentencia de santa Teresa: “solo Dios basta”.

El seguimiento de Jesús es una construcción y una batalla que lleva tiempo

Las dos parábolas que introduce Jesús podemos leerlas a la luz de lo que acaba de decirnos: ponerlo a Él en primer lugar, cargar con la cruz, seguirle… Esa tarea es como una construcción; para llevarla a cabo, no basta ilusión y buena voluntad sino calcular el costo y tomar nota… Para no quedarse a medio camino en la vida cristiana -¡tantos parecen haber empezado y no terminado!- hay que tener claros los “costos”… Ya sabemos cuáles son. Jesús no quiere engañar a nadie. Los costos son paradójicamente “renunciar a todos los bienes”. La vida cristiana es además una batalla contra el pecado, una batalla en desigualdad de condiciones, para la que se necesitan fuerzas y armas “sobrenaturales”; iniciar la batalla sin estas armas significa tener el fracaso asegurado. Es mejor no empezar, al menos uno no se engaña a sí mismo.

Sólo con la sabiduría de Dios se comprenden estas cosas

Nos lo dice la primera lectura, como advirtiéndonos de que lo que escuchamos en el evangelio de hoy no se entiende con razonamientos humanos. Muchos de nuestros contemporáneos han abandonado la búsqueda de la verdad; se dan cuenta de que tiene razón el Libro de la Sabiduría cuando dice que “los pensamientos de los mortales son inseguros y sus razonamientos pueden equivocarse”, pero, contrariamente a lo que sería lógico, se niegan a aceptar que Dios haya venido en nuestra ayuda con su revelación y se quedan con una fe absoluta, incondicional, ciega, en la ciencia y un escepticismo craso en la Verdad que podría dar sentido y esperanza a su vida. “El barro de que estamos hechos entorpece el entendimiento”, el pecado con el que estamos heridos nos hace limitados, inseguros, falibles, propensos a vivir con un mundo de ideas –nuestra manera de pensar- lleno de errores, verdades a medias y ausencias importantes; lo trágico es que todo el mundo defiende sus propias ideas como si fueran dogmas…

Los cristianos, con el Libro de la sabiduría le decimos al Señor: “¿Quién conocerá tus designios, si tú no le das la sabiduría, enviando tu santo espíritu desde lo alto? Sólo con esa sabiduría lograron los hombres enderezar sus caminos y conocer lo que te agrada. Sólo con esa sabiduría se salvaron, Señor, los que te agradaron desde el principio”. Aceptemos pues la sabiduría de Jesús, aunque nos resulte dura. Empecemos a ponerla en práctica. Poco a poco; construir un edificio lleva su tiempo, ganar una guerra requiere más de un día… No nos cansemos, no nos desanimemos cuando haya que deshacer algo de lo construido o cuando hayamos perdido alguna batalla. El que persevere hasta el final no sólo se salvará sino que verá la obra –la obra de sí mismo- acabada, en toda su belleza, y conseguirá, como gracia de Cristo, la victoria completa –sobre sí mismo y sobre todos los males de este mundo-.

Padre Jesús Hermosilla

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