13 de octubre de 2010

Seminario. Entrevista


Entrevista al Diácono Eduardo Angulo

Seminario Divina Pastora, Barquisimeto, Edo. Lara Jueves 07 de octubre de 2010


El 12 de Septiembre del año en curso se realizaron en nuestra Arquidiócesis 5 ordenaciones diaconales. El jueves 07 de octubre por la tarde, el seminario tuvo el gusto de tener en la Adoración Eucarística a uno de ellos, el Diácono Eduardo Angulo, hoy Diácono vicario de la Catedral de Barquisimeto. Presentamos a continuación las preguntas (con sus respectivas respuestas) que, en un encuentro posterior, le hemos hecho.

Ya está por cumplirse un mes de su ordenación ¿Cómo resumiría su experiencia de hombre consagrado?

D. Eduardo. La experiencia es diversa cuando ya uno es consagrado que cuando se es seminarista. La primera experiencia es cuando administré el sacramento del Bautismo, ahí ves que ontológicamente cambias aunque aparentemente sigues siendo el mismo, pero cuando levantas la mano con el agua para colocarla sobre la cabeza del niño y dices “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, ése es un gran momento, es – digamos - la plenitud de la gracia de Jesucristo que se da al hombre, a pesar de sus errores; Dios da esa gracia, la gracia de poder transformar los elementos que Él ha dado en un estado, en un elemento de gracia: así como el agua fue un medio de castigo, ahora ha sido un medio de salvación.

Creo que esa ha sido la diferencia como seminarista y ahora como diácono, ese contacto de acercar y llevar tantos niños y tantas personas a la gracia de Dios; igual cuando administras el sacramento del matrimonio, es en el nombre de Cristo y de la Iglesia que impartes algo que antes no podías hacer porque no había la potestad directa de Cristo.

Usted está prestando su servicio en la Catedral como Diácono Vicario ¿Qué podría decir de su trabajo allí?

D. Eduardo. Es un trabajo muy rico y muy amplio, por ser la Santa Iglesia Catedral de la Arquidiócesis tienes muchas responsabilidades y te acuden muchos grupos. Mi trabajo como Diácono Vicario o Diácono Cooperador (así me llama el párroco) sería atender, primero, los grupos pastorales: la legión de María, Pastoral Juvenil, Pastoral Familiar, Cursillistas, Lectores y otras actividades que se realicen; segundo, atender actividades como las del Bautismo, del Matrimonio, llenar expedientes y llevar los registros de los mismos; La riqueza está en que estás en la Sede del Arzobispo, eso te ayuda a valorar y cuidar mucho tu ministerio y a respetar y a defender mucho la Iglesia porque recordemos que la Catedral es la Sede del Arzobispo o del Obispo y en unión a él es que nuestro ministerio, por decirlo de alguna manera, funciona o tiene esa plenitud de la gracia de Jesucristo. Yo creo que es una experiencia muy gratificante y que enriquece a cualquiera.

Usted estuvo 3 años de su formación en el seminario de Barquisimeto y 3 años y medio en el Seminario de Roma ¿Qué es lo común en ambas casas de formación?

D. Eduardo. Fíjate que curioso pero hace un momento, cuando estábamos en la adoración eucarística, me venía mucho a la mente Roma; lo común en ambos seminarios (y en todos los seminarios) es la adoración eucarística. Pueden variar los horarios, las actividades, las clases… pero lo propio de las casas de formación es la Eucarística. Segundo, la convivencia que tú tienes con los demás, eso es lo que ayuda al joven que se prepara al sacerdocio vaya formándose en el convivir y compartir con diferentes pensamientos y criterios, que – a la vez –le ayuda a unirse con los demás, haciéndose una sola cosa porque se va moderando o cambiando el sentido de nuestra vida.

Yo creo que lo común en ambos (el de aquí y el de Roma) es, primero, la Eucaristía porque si nos vamos a una Universidad no tenemos Eucaristía, si nos vamos a una escuela de medicina tampoco, pero en el Seminario es la Eucaristía lo primero y en base a la Eucaristía la unidad entre los compañeros porque si no hubiese Eucaristía no existiera unidad entre los seminaristas, todo sería rutinario, un mero fanatismo de compañeros que pasaría.

¿Qué relación ve entre la centralidad de la Eucaristía en los seminarios y el futuro ministerio sacerdotal que los seminaristas tendrán que desempeñar?

D. Eduardo. Todo, fíjate que – como decía S. Juan Bosco – los pilares que sostienen a la Iglesia son la Eucaristía y María Santísima. Primero, la Eucaristía sostiene la Iglesia pero, a la vez, el Sacerdote hace la Eucaristía y la Eucaristía hace el Sacerdote, es una cosa que no puede estar la una sin el otro, si no existiera el sacerdote no existiera la Eucaristía para darse a los demás: Jesucristo siempre estaría pero Jesús en la Eucaristía no se daría; ahora bien, Uno hace al otro y el otro da al Otro, es decir, la Eucaristía hace al Sacerdote, él se forma por medio de la Eucaristía pero, a la vez, él es quien lleva a las personas el Cuerpo de Jesucristo. El Papa Benedicto XVI decía que si los sacerdotes no existieran dejaría de existir el cristianismo ¿Por qué? Porque el Sacerdote da la Eucaristía, por sus palabras obliga a Dios a que baje, descienda sobre el pan. Entonces, es como un binomio, la Eucaristía y el Sacerdote son como dos almas gemelas que tienen que ir siempre unidas y esto es fundamental, no ha habido en la historia un seminario que funcione sin la Eucaristía. Por eso, nosotros – seminaristas y diáconos – tenemos que ser muy amantes de la Eucaristía y de María Santísima. Si alguno de estos dos pilares falla nuestra vocación será siempre una vocación chueca.

Para finalizar ¿Qué mensaje vocacional deja a los jóvenes?

D. Eduardo. Juan Pablo II lo dijo en el año 1996 en su última visita a Venezuela, él decía “Despierta y Reacciona, es el momento” Un mensaje a la juventud sería eso “Despierten y Reaccionen, es el momento” Dios nos ha dado un momento único, preciso, es hoy, es ya, no hay un mañana, no habrá un pasado mañana, es el ya. La invitación a los jóvenes sería que se acerquen a Jesucristo, que descubran verdaderamente su vocación, sea el ministerio sacerdotal, sea la vida consagrada como laico, sea en el matrimonio, pero que descubran esa vocación, ese encuentro al que Dios les llama. Gracias a Dios yo ya he descubierto mi vocación, después de una carrera universitaria que estaba haciendo Dios me llama a servirle como sacerdote, ¡y es precioso experimentar eso! vivir la vocación y decir al Señor “Aquí estoy, has conmigo lo que quieras, soy un instrumento”. La invitación es a que se abran a la vocación, que le pidan al Señor que les ilumine para ver cuál es la vocación a la cual Él les ha llamado. Y recordar las palabras del Papa Juan Pablo II “Despierta y Reacciona, es el momento”.

Por: Sem. Jesús Alejos
3º de Teología

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