22 de diciembre de 2009

Homilia-Misa de medianoche

NAVIDAD 2009 -MISA DE MEDIANOCHE-
Hoy nos ha nacido el Salvador. Hoy comenzamos a celebrar los comienzos de nuestra salvación. Hoy se hace presente como Salvador, Mesías, Señor. Aunque esta venida ya tuvo lugar, la celebramos mientras estamos en espera de su venida gloriosa. El es nuestra esperanza. Esta es nuestra esperanza: su venida a traer la salvación en plenitud.
Se manifiesta como luz. Viene a disipar tinieblas, oscuridad. Aunque le hayamos preparado el camino, hay recovecos oscuros de los que ni nos damos cuenta o no queremos ponerles atención. Ahí quiere El proyectar su luz, proyectarse El, porque El es luz. Luz es conocimiento, es sinceridad, es calor… Pero puede molestar, porque pone al descubierto el mal.
Viene a liberarnos del pesado yugo. De la opresión, de la tiranía. También –por qué no- de los tiranos humanos, pero, sobre todo, de la tiranía del pecado, de la esclavitud del demonio, de tantas opresiones psicológicas consecuencia del pecado: tantos miedos, tristezas, angustias, preocupaciones, rabias… De falsas expectativas que fracasan y nos hunden, bienes ilusorios, personas, trabajos, situaciones de las que esperábamos felicidad y nos han defraudado… De mucho de todo esto viene a liberarnos.
Su gracia nos enseña a renunciar a la irreligiosidad y deseos mundanos. Hay zonas irredentas en nuestro corazón. Hay mucho desorden donde reina la irreligiosidad, la falta de unión con Él. Hay muchos deseos mundanos en nosotros que necesitan ser cambiados por otros deseos. A eso viene El.
Y como consecuencia de todo eso, brota la alegría y la paz. Grande alegría como, como en la cosecha, como en el reparto del botín. Paz sin límites, porque es el Príncipe de la paz quien viene. La alegría y la paz son parte de esa experiencia espiritual de ser envueltos por la gloria de Dios como los pastores.
Esta buena noticia es anunciada hoy por la Iglesia. Los ángeles de la Nochebuena son ahora todos aquellos mensajeros que anuncian al Salvador. Y la señal: hoy lo encontramos en las celebraciones litúrgicas, en los signos pobres del pan y el vino, de la Palabra proclamada, del agua bautismal, de la adoración eucarística… Ahí hay que encontrarlo. También en aquellos que participan de su cruz: pobres, enfermos, presos…
Oída la buena noticia, hay que ponerse en camino e ir a su encuentro. Los pastores se animan unos a otros, van en su busca y lo encuentran, hablan de él y vuelven dando gloria y alabanza a Dios. Para encontrarlo, también hoy hay que salir de uno mismo, ponerse en camino hacia donde El está: las celebraciones, los necesitados. Merece la pena. No vamos a quedar defraudados. El es consejero admirable, Dios poderoso, padre sempiterno, príncipe de la paz. Y se nos da El mismo. Se nos revela y entrega.
El encuentro suscita la memoria agradecida y la contemplación. La alabanza ya glorificación de Dios. Como María, guardemos estas cosas y meditémoslas en el corazón durante todo este tiempo de gracia.
Padre Jesús Hermosilla

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