2 de enero de 2010

Epifanía del Señor - Solemnidad


EPIFANÍA DEL SEÑOR
“Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre”. La casa a la que la estrella llega buscando a su dueño, la Jerusalén iluminada por la luz del Rey, es ahora la Iglesia. Ahí encontramos a Jesús con su madre. La Iglesia es ahora la ciudad que resplandece y en la que alborea la gloria de Dios. Los pueblos viven en oscuridad y tinieblas. El resplandor de la luz les atrae y caminan hacia ella. Quienes ya hemos encontrado y conocido a aquel que es la luz del mundo no podemos buscarle por otro lugar, es en la casa-Iglesia donde lo encontramos.
“Y postrándose lo adoraron”. Hemos adorado ya al Señor, nos hemos postrado ante él. Sin embargo, hay fuerzas de nuestra vida, sentimientos, actitudes, ideas, voluntades, deseos… que no quieren rendirse ante Jesús, no quieren postrarse, renunciarse a sí mismos y confesarle como el único Rey y Señor. La fiesta de hoy, recorrido ya un trecho largo del tiempo de navidad, nos llama a reconocerle mejor y adorarle. Los magos le ofrecieron unos regalos simbólicos de confesión de fe: Rey, Dios, hombre. Nuestro regalo debería ser nuestra mente y voluntad postradas ante su luz y su amor y rendidas a sus criterios y designios.
La vida cristiana es un camino de búsqueda y encuentro. Le hemos buscado, le hemos encontrado, pero no totalmente. Estamos en camino. Nos guía la estrella de la fe. A veces se oculta y hay que dejarse aconsejar por los que saben, aunque no practiquen; hay que tener la humildad de pedir consejo, luz, orientación; hay que renunciar a la autosuficiencia y autoguía espiritual. La meta sólo la alcanzaremos cuando lleguemos a “contemplar cara a cara la hermosura infinita de su gloria”, de su rostro glorificado ante el Padre.
Ha venido, ha nacido, se ha manifestado para todos. Para nosotros esto es evidente; nos parecería una injusticia que su salvación no fuera para todos, que no quisiera mostrarse y darse a todos. No siempre esto fue evidente, más bien lo evidente era que venía para su pueblo elegido desde antiguo. Pablo afirma que a él se le manifestó este misterio de la universalidad de la salvación por una revelación. Tal vez nosotros, en la práctica, en lo concreto, también necesitemos esta revelación. En teoría la cosa está clara. En la práctica fácilmente actuamos con la convicción contraria: inconscientemente tal vez, excluimos a algunos como si no fueran capaces de creer en él, de aceptarlo, o tal vez creemos que ya lo han rechazado, vamos que no tienen ya solución. Cada año se nos recuerda que El viene para todos. Los magos representan a todos los paganos, cualquiera que sea su situación o religión, también a los que viven inmersos en la brujería, satanismo, esoterismos, religiones animistas…
Ahora las estrellas, al menos la mayoría, no aparecen mágicamente, hay que ponerlas. Las estrellas son el testimonio de los que le hemos conocido. Estrellas son las celebraciones litúrgicas, estrellas son cada una de las iniciativas de evangelización, estrella es la Palabra proclamada. Son las estrellas vivas las que pueden llamar la atención. Desgraciadamente, muchos científicos prefieren creer más en la materia, que parecen conquistar con su “omnipotencia” científica o tecnológica, que tener la humildad de reconocer al Dios del universo y de la vida en tantas señales que les da de su presencia. Cuanto más se les revela Dios, en los secretos de la ciencia, menos creen necesitar de él. Para todo puede el ser humano encontrar una coartada. Pero la vida resplandeciente de tantas personas, transfigurada por Aquel Rey de los judíos al que los magos adoraron, no se explica simplemente por teorías bioquímicas o psicológicas.
Con todo, es un misterio ciertamente la respuesta a la gracia. ¿Por qué aquellos magos y no otros se pusieron en camino? ¿Por qué Herodes y sus sabios siguieron indiferentes en Jerusalén y después hostiles? No dejar de ser misterioso. Ahora bien, si hay estrellas que llamen la atención, siempre habrá magos que emprendan la búsqueda y se gocen en el encuentro.
Padre Jesús Hermosilla
Guía Espiritual del Seminario

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